El presidente García no sólo coquetea con las mujeres sino con la locura. Si en su primer gobierno se le llamó irrespetuosamente Caballo Loco, su incontinencia verbal, en estos últimos cinco años, demostró que continuaba merodeando el exceso. Un conjunto de sus cada vez más alucinadas declaraciones, analizadas por un especialista, revelan los rasgos de la compleja personalidad del Presidente.
La más recordada debe ser aquella de que “la plata llega sola”. Pero no es la única. Tampoco se ha cohibido cuando se trata de opinar sobre sus adversarios políticos: de Toledo dijo que es un “loquito de la calle”, que muchos parecen tener con él una “obsesión psicosexual” y que quienes critican su gestión tienen la “actitud negacionista de los anticristos”. Y ese es sólo el comienzo. El material que ha generado el Presidente es amplio y revelador. Según un reconocido psiquiatra, que ha preferido el anonimato, el de García “es un caso psiquiátrico muy rico y complejo que no calza en una sola etiqueta diagnóstica”. Según dice, hay en él, además de la conocida bipolaridad, rasgos narcisistas, histriónicos e incluso psicopáticos.
Foto: Paul Vallejos C. |
Las evidencias están presentes casi desde el inicio del gobierno. Ya en el discurso de investidura del 2006, el presidente dejaba entrever su convicción de ser casi un predestinado. “Declaro que el Perú puede crecer económica y socialmente mucho más, y que dentro de diez años los vecinos avanzados en la carrera del desarrollo nos verán como ejemplo. Para ello contamos con inmensos recursos económicos y, sobre todo, con un pueblo al que solo falta una fe unitaria y una conducción”. Pero si eso pudo considerarse simplemente un lícito ejercicio retórico para agradar a sus oyentes, sus frases en los años siguientes dejan ver lo que el especialista califica como “una sobrevaloración extrema de su persona, soberbia y autoconcepción de grandiosidad, propias de la manía”. Así, en marzo de 2009, disparaba sin empacho esta famosa frase: “En Perú el presidente tiene un poder: no puede hacer presidente al que él quisiera, pero si puede evitar que sea presidente quien él no quiere”. Y agregaba: “Yo lo he demostrado”. Hace una semana, por ejemplo, en una extensa entrevista a un diario, dijo: “El que cree que yo he entrado a la política o al segundo gobierno para levantar dinero es un tonto porque no entiende lo que es ni la historia ni la gloria de haber podido ser presidente dos veces”. Historia y gloria: los ingredientes perfectos de la megalomanía.
Demostrando que lo suyo no es solo un problema maniaco, el doctor García hace gala de otro de sus rasgos patológicos: un trastorno narcisista de la personalidad. “Hay muchos rasgos de autoendiosamiento. Se cree insustituible. Ese narcisismo hace que no tolere las críticas, que menosprecie a los demás, que se sienta por encima del bien y de mal”, dice el psiquiatra. En 2007, tras el terremoto de Pisco, tuvo varias declaraciones poco felices: a un periodista español, que le preguntó sobre las informaciones que hablaban de una supuesta desorganización en la distribución de la ayuda, le dijo: "Su país no se arregló en dos días después de la Guerra Civil ", y a un grupo de cooperantes españoles, que pidió mayor seguridad tras verse en medio de un tiroteo mientras prestaban ayuda, les espetó:"Quien tenga miedo, que se vaya". Tanto le molestan las críticas que cuando un Wikileak reveló que desde la Embajada americana se hablaba de su ego colosal, el Presidente se atrevió a abandonar su consuetudinaria vocación de adulón de los Estados Unidos y, aunque en un primer momento sólo dijo que eso “revelaba un bajo nivel diplomático”, hace pocos días, en una entrevista, no cedió a la tentación y dejó salir a su yo desbocado: “Lo que pasa es que están acostumbrados a que los políticos vayan a su embajada como perritos, con rodilleras y mirando hacia abajo, creyendo que están hablando con los dueños del mundo. ¿Sabe qué? Para mí el Perú es el dueño del mundo. Entonces voy y los trato así (hace un gesto despectivo con las manos). Por eso dicen que soy un arrogante”.
Pero los peruanos no han corrido mejor suerte con el presidente. Con la prensa local va del menosprecio a la humillación. Ante una pregunta incómoda espetó: “Está usted hablando sin saber. Lamento que RPP dé sus micrófonos a personas mal informadas. No venga con preguntas de consigna”. Y alguna vez dijo a otro: “Cómo se le ocurre que le voy a decir a usted por periódico lo que voy a conversar con la presidente Bachelet. Seguramente usted puede imaginar qué temas son. Imagínelo, pues”. Y las críticas de un diario provocaron que dijera: “Pásenme ese periódico, para reírme de Mohme. Mohme Quesada, ¿no?”.
En junio de 2009, ante el conflicto en Bagua, no tuvo mejor idea que referirse a las comunidades que protestaron como “pequeños grupos que no representan lo más avanzado del país” y fue aún más lejos al tratar de definir su actitud: “Ya está bueno, estas personas no tienen corona, no son ciudadanos de primera clase que puedan decirnos a 28 millones de peruanos: tú no tienes derecho de venir por aquí”.
Si hay algo que caracteriza al trastorno maniaco depresivo es la falta de sensatez. “Su autoridad no es racional sino emocional, por eso, por momentos, están eufóricos, en éxtasis y ante un pequeño problema estallan con irritabilidad, intolerancia y hasta violencia”, dice el especialista. Por eso la plebeya cachetada de García a Richard Gálvez, el desaforado muchacho que, en octubre del 2010, le gritó corrupto. Por eso su reacción ante las críticas a la gestión post terremoto: “a veces algunos periodistas juegan a las alarmas. Hay alguna gente que gusta de atemorizar, llevan malas noticias, destruyendo el ánimo de la población". La propuesta de García para afrontar esa catástrofe era, indudablemente, digna de él: "¿Dónde están mis amigas las cantantes?, ¿dónde están mis amigos los artistas?, ¿dónde están mis amigos los futbolistas? Se necesita también distracción”.
Otra invocación delirante que no puede tener sino un origen patológico es la que le hiciera a su ministro Luis Alva Castro en 2007: “Tomemos acciones concretas (...). Use usted los aviones A-37 y bombardee, ametralle esos aeropuertos, esas pozas de maceración”. También es para alarmarse su temeraria propuesta en contra de la delincuencia común: “si un delincuente roba a una persona no se puede esperar que amenace a la policía: las armas de la ley son para usarlas, de frente hay que disparar y con toda decisión…”.
En 2008, ante el escándalo de los petroaudios, dijo: “que esos corruptos y esas ratas, que están muertas en vida, se mueran de una vez…” Y también deberían morirse “los miserables y los mal nacidos que quieren hacer plata con un gobierno aprista…”. Porque si de algo está seguro en su delirio de grandeza, es que él está más allá de las críticas. “Me hacen gracia los piñateros que siempre creen que todos son ladrones como ellos. El ladrón cree que todos son de su condición. No sean tontos. Esta gente torpe cree que para un hombre político, que queda en la historia del Perú y en la gloria, un centavo es valioso. Están totalmente imbéciles”, dijo hace unas semanas en una entrevista televisiva. La carencia de un sedante era más que evidente.
También hay en García mucha dosis de histrionismo. Por eso Alan intercala un discurso enrevesado y pomposo con el disfrute de un vaso de cerveza en un cerro. Algo que él reconoce como una virtud: “Eso les da pica a algunos porque yo sumo varios componentes: Soy lo suficientemente cholo para ser gobernante del Perú, no soy tan cholo como para no gustarle a algunos sectores de la clase media. Estudié en colegio público y tengo esquina”. Y, claro, está seguro de que todos lo envidian: “Todo el mundo sabe en el Perú que sé hacer discursos, que sé comunicarme y a veces lo envidian; pero yo digo: las palabras a un lado, las obras adelante”. Porque lo suyo es, dice, un don divino. “Les pido un acto de fe. Dios me ha dado la capacidad de convencer a las personas”. Y si alguien se atreve a cuestionarlo es que “caemos en el procedimiento de los anticristos, es decir, negar”. Lo único que le falta es un tricornio y pararse en la Costa Verde creyendo que es la orilla de Santa Elena.
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De este histrionismo se deriva también su vocación de seductor. Entonces coquetea con periodistas y se muestra con mujeres guapas. “Los maniacos son hiper eróticos y promiscuos. Tienen también adicción a la imagen y por eso, en su caso, se da esa sobre exposición. El quisiera aparecer en todo, a toda hora”, dice el psiquiatra. Pero él lo niega. “A mí si algo me ofende es cuando dicen que no sé a cuántos candidatos he apoyado. Y últimamente ya no sé cuántas novias tengo. (…)Soy un taumaturgo con unas fuerzas extraordinarias. Una especie de demonio”, dijo hace poco.
“La victimización puede ser también un rasgo psicopático”, me dice el especialista cuando revisa algunas frases como esta: “Yo cargo mi cruz solo, no necesito cirineos. Sé que la voy a cargar y que seré piñata de algunos que quieren hacer carrera política conmigo, atacándome. Pero ya he visto esa película y ya sé en qué termina”, dijo en la misma entrevista de TV en la que se paseó mostrando Palacio y comiendo de la paila en la cocina. En la entrevista que concediera a El Comercio la semana pasada matizó esta delicia: “Los políticos tenemos cierta ambición de hacer las cosas, de protagonizar, de figurar, pero yo he sido ya presidente dos veces y siempre he vivido pendiente del partido y algunas veces me pregunto cuándo vivo para mí en algún momento”. Pobrecito.
Sus relaciones familiares son también un objeto interesante de análisis. Desde el escándalo de su nuevo hijo hasta su separación matrimonial. “Como todo Narciso, asume que es siempre dueño de la verdad, dueño de las personas y, por tanto, de las oportunidades. Todo lo maneja según su conveniencia.”. Entonces no tiene problema en colocar a su esposa en la humillante situación de escoltarlo y escucharlo mientras reconoce: “mantuve una relación con una persona de altas cualidades, relación de la que nació un niño en febrero del 2005” . Y en un despliegue de cinismo con pocos precedentes el Presidente aseguró en ese discurso - pronunciado en octubre de 2006, más de un año y medio después de nacido el niño- que “era fundamental decirlo públicamente ante todos los peruanos, porque es mi deber como Presidente de la República y porque yo no rehuyo mis responsabilidades”.
También puede llegar a ser incomprensiblemente macabro en sus expresiones: “Bienaventurados los que sufren la pérdida de un hijo, de un hermano, de un padre porque de ellos tiene que ser el reino de la democracia (…)”, dijo, en junio de 2007, en un acto en Huanta.
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Y con esa convicción del que cree que todo lo sabe y asume que es superior a todos, emprende sus obras faraónicas, “que sólo la historia juzgará”. Y a veces se anima a desarrollar confusas descripciones: “Somos un país andino, esencialmente triste. No somos un país alegre como Brasil o como los colombianos, que son hiperactivos y tienen esa mezcla de español del norte, vascongado y catalán, y mayor componente negro y un poco de antropófago primitivo. Son hiperactivos y tienen más sol, tienen Caribe”. También propina “reflexiones” como esta: “No me gustan los pitucos metidos a izquierdistas, me gustan los hombres de color cobrizo que son los verdaderos peruanos y pueden luchar por la justicia social. Y también, cuando le conviene, dispara contra la Iglesia Católica. Claro, no la que representa Cipriani sino la que sí defiende a los desvalidos. “Yo me pregunto qué hace la iglesia jugando a la política (…) Así como no me gusta que intervenga en la política el gobierno venezolano, el gobierno argentino, tampoco es bueno que intervenga en la política el Estado Vaticano”, dijo en referencia al apoyo dado al referéndum sobre el ingreso de la Minera Majaz , en 2007.
En suma, el doctor García está muy bien (divinamente) representado en el morro Solar.
“El Cristo del Pacífico lo refleja a él: es su deseo de estar por encima de todos y de manera permanente”, concluye el psiquiatra.
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