viernes, 30 de septiembre de 2011

Deysi Cori, del arenal a la gloria

                                                                                                                                                            

Deisy Cori Tello forma parte de esa especie de cofradía de mentes privilegiadas que libran verdaderas guerras sobre un tablero. Sin embargo, fuera de ese, su campo de batalla, es   simplemente una jovencita de 18 años. Tiene las  uñas pintadas de azul y un discurso simple en el que difícilmente se puede reconocer a una agresiva y, de momento, imbatible campeona mundial de ajedrez.

Aunque no le agrade mucho hablar de ella misma, la joven Maestra internacional parece haber adquirido oficio para afrontar entrevistas. Tan familiarizada está con la rutina de la prensa que sale a recibirnos con un tablero en la mano y pregunta dónde tiene que colocarse para la foto. Pareciera que se trata de un trámite con el que desea terminar pronto.
 Viste jeans y una casaca blanca que lleva bordados los nombres de sus auspiciadores.  Dice que hoy está buen humor. Si no fuera así, las respuestas serían lacónicas. Esta vez hasta se anima a dejar salir a la adolescente coqueta que el ajedrez no le deja ser a tiempo completo: se cambia en varias ocasiones de atuendo y posa para las fotos.
Admira a Gary Kasparov, ha jugado con Alexandra Kosteniuk  y dice que, antes de empezar con el ajedrez, soñaba  con ser presidente. Eso es lo que le han contado sus padres. Ahora ya no concibe su vida sin un tablero al frente. Dedica  casi 8 horas al día a perfeccionarse en ese mundo al que ingresó  hace  diez años. “Mis amigos son del ajedrez y con ellos siempre me divertí más porque al colegio falté muchos días. No me gustaba ir mucho a clases en la secundaria. Prefería tener clases particulares.”, confiesa.  
No tiene las excentricidades de Bobby Fischer ni la gélida genialidad de los grandes maestros rusos.  Su mayor rareza es dibujar iglesias rusas  y escuchar la música de ese país. Dice que no quiere pensar en el  futuro porque le da miedo. También le atemoriza caminar sola por la calle. “Mi hermano dice que soy una inmadura”, confiesa y sonríe nerviosamente.
 Las referencias sobre su familia están siempre presentes en su conversación. Sobre todo la figura de su padre, Jorge Cori, que fue quien le enseñó los primeros movimientos en el tablero cuando Deysi tenía sólo ocho años. “Yo le pregunté a mi papá cómo hubiera sido mi vida si no hubiese estado en el ajedrez. Quería saber  qué tenía planeado para mí y me dijo que en ese caso desde primero de secundaria tendría que haber estado preparándome para postular a la universidad. Ahora estaría en desventaja si tuviera  que postular, así como los demás estarían si entraran a competir en ajedrez. No me siento confiada. Siento miedo de eso, más bien.”, dice mirando sus manos. “Muchos me admiran, pero yo creo que ir a la universidad no es tan fácil. Mi papá me ha dicho que hay que estudiar muchas horas y no hay tiempo para descansar. En cambio, esta vida ya la conozco”, dice.  
Pero, ¿qué es lo que ha hecho de Deysi Cori ese prodigio del ajedrez? Según el  neurólogo Marco Zuñiga, el componente genético es el punto de partida  pero no único que importa al momento de definir el talento de un jugador de ajedrez: algunos estudios científicos han determinado que el factor que explica mejor el desempeño ajedrecístico es el número de horas de práctica. “Definitivamente los grandes maestros del ajedrez tienen una red neuronal  y electroquímica de óptima calidad, pero también es cierto que el factor social es muy importante”, dice el especialista. Se refiere a los aspectos motivacionales, afectivos y de conocimiento. Es allí donde el papel de los padres  de Cori se  convirtió en decisivo. “Sin mis padres no sería nada”, me dice muy segura. “Me he perdido muchas cosas por el ajedrez. Pero sabía que tenía que hacerlo. Al principio eso me molestaba pero ahora entiendo que sin  eso  no hubiera podido ser campeona”, reconoce.
Ella, que para jugar al ajedrez ha debido desarrollar sus habilidades  anticipatorias, de memoria y de aprendizaje de una manera excepcional, se siente insegura de afrontar  algo diferente.  “Hay una activación de varios módulos cerebrales interconectados del neocórtex, pero no es posible localizar específicamente un área del cerebro para inteligencia lógica y espacial, que es la que ellos, los ajedrecistas,  tienen más desarrollada. En realidad es una actividad de múltiples áreas”, dice el doctor Zuñiga. Están involucradas, según los estudios científicos, el área pre frontal, la zona temporal anterior y fronto basal, y la sección parietotemporooccipital.
A Deysi  nunca le gustaron las matemáticas y, aunque de pequeña prefería los cursos de letras, ahora no es una lectora asidua. “Me gustó el libro Mi planta Naranja Lima y las Tradiciones Peruanas, de Ricardo Palma, pero la verdad no  me puedo pasar mucho tiempo leyendo”, dice. El deporte, tan recomendado para canalizar la tensión de la competencia y mejorar el desempeño en sus partidas, tampoco es algo habitual en ella. “Cuando llegas a un nivel alto necesitas hacer alguna actividad física porque las partidas duran mucho.  Normalmente no lo hago, pero de vez en cuando juego fútbol y antes mi papá me sacaba a correr, pero a mí no me gustaba. Yo también lo recomiendo, pero hacerlo me da pereza”, dice y vuelve a reír.
Solo cuando se trata de pensar en las partidas de  ajedrez es exigente consigo misma. “A veces me sorprendo de lo mal que puedo jugar en algunos torneos. Antes de ser campeona mundial, si jugaba mal me criticaba mucho. Además cuando llegas a un determinado nivel las personas también esperan que tengas un buen resultado”. Y la presión no es solo del gran público. “Cuando no nos iba  bien en  los torneos, a mi hermano y a mí, mi papá a veces nos decía que  quizás deberíamos dejar el ajedrez.”, dice.
Quieta diversión
Aunque ahora pasa una temporada en Buenos Aires para entrenarse  y preparar los próximos torneos internacionales, el camino de Deysi Cori empieza en un arenal en Villa el Salvador. Allí creció en una pequeña casa que empezó siendo de esteras y terminó de material noble gracias al talento de los Cori Tello. Catalina y Jorge, los padres de la ajedrecista, han moldeado y acompañado el talento de su primogénita y de su otro hijo, Jorge, también un virtuoso del tablero.   El padre sigue siendo una figura muy importante a la hora de tomar decisiones. Deysi repite constantemente: “mi papá dice…”. “mi papá me ha contado…”.Cuando le hablo de su mamá, en cambio, no parece haber demasiada conexión. La menciona casi con desgano. “Ah sí. Es que últimamente  he estado viajando más con mi papá. Mi mamá es más estricta. Ella está con mi hermano en Argentina”, dice. Y no le regala ningún comentario extra con dosis de nostalgia. Sus profesoras de primaria del colegio nacional Aristóteles nº 1972, en San Juan de Miraflores, me comentarán después que era el padre y no su madre la presencia siempre constante a su lado.  “Deysi era una niña muy noble y responsable. Cuidaba mucho a su hermano.  Su gran motivación en el ajedrez viene de su padre, que estaba siempre muy pendiente. Era él quien venía y se preocupaba de los detalles, hasta en las actuaciones”, recuerda Liliana Téllez la maestra de primer y segundo grado de la joven.  “Eran de condición muy modesta. Recuerdo a Deysi en sus primeras participaciones en torneos de ajedrez  distritales, todos iban con ropa nueva y ella solo usaba su uniforme escolar”, recuerda Isabel Salas, otra de sus antiguas maestras.
A pesar de su discurso aparentemente maduro y el brillo de su juego, en la vida cotidiana Deysi  es una niña que escucha reggaetón, usa el  facebook, cuida a su gato  y hasta se sonroja cuando se le habla de chicos. “No me he enamorado pero sí me ha gustado mucho un chico, también juega ajedrez y es ucraniano, pero no hemos pasado de decirnos hola”, dice con candidez.

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